Lo que leerán
a continuación tiene que ver con mi historia y lo que me lleva hoy a querer
desarrollar las propuestas que más adelante leerán y que son el resultado de lo
vivido en “carne propia” o bien por haber tomado conocimiento a la hora de
investigar en el campo de mi interés que es la protección de los niños, niñas y
adolescentes.-
En el año
2002, con una valija llena de sueños, ganas y tenacidad, ingresé a la facultad
para poder entrenarme, tener el tan ansiado título y su consecuente matrícula
para poder comenzar a ejercer la profesión de abogada en pos de los derechos de
uno de los sectores más vulnerables de la comunidad en la que vivimos y en el
mundo entero “el campo infanto-juvenil”.
Al principio
todo parecía grandioso hasta que empecé a tocar puertas y me encontré con
aquellos que me dijeron: gracias por tu tiempo, te tendremos en cuenta; otros: tenes
que anotarte en un concurso cuando se abran vacantes; por otro lado aquellos
que quieren que “ya tengas experiencia” y otros que pese a todo lo anterior te
dicen “si no tenes contactos o palanca no entras”, lo cual terminan echando por
tierra todo lo mencionado anteriormente, sin olvidar a quienes me han dicho “estas
sobrecalificada para el puesto” pero como estaba estudiando no tenía muchas opciones.
Fui transitando mi vida estudiando como pude, en los tiempos que tuve y
trabajando de lo que sea (recepcionista – asistente – operadora de call center
– empleos en oficinas públicas y privadas) y siempre en ese camino en el que no
pierdo el eje de lo que me apasiona pero que esta pendiente de poder concretarlo porque ese
llamado tan esperado luego de tocar puertas, sigue dando vueltas.
Mientras
tanto seguí mi camino, me casé, soy mamá de tres
hijos y aquí continúo persiguiendo mi objetivo profesional.
Sucede que
cuando al no tener contactos y siendo madre, muchas son las trabas que
aparecen, porque hay una “falsa creencia” que tenes tu tiempo enfocado 1000 x
1000 a tu familia y entonces si no sos funcional a un mercado que pretende de vos
una persona a cual escritorio atornillado al piso donde debes permanecer en una
jornada completa de 9 a 19 hs o de 8 a 17 hs o de 9 a 18 hs o 4 hs diarias, NO
SERVIS.
Entonces
ocurre que estando empleada, me convertí en mamá y entré en una “zona gris”
donde empezó a crecer mi panza, hasta que no daba más, entré en licencia y
pesé a haber dado el TODO DE MI PARTE AUN EN ESTADO DE GRAVIDEZ, dejé de ser
útil. Lo que ocurre es que luego nacieron mis hijos, y la ley me dio tres meses, los
cuales algunos días fueron utilizados en la previa a ser mamá (ni hablar si te
toca reposo y tomaste más tiempo), y me doy cuenta que la o las personas que traje al mundo son tan
pequeñas e indefensas que entiendo lo absurdo de la ley, primero porque 12
semanas de vida son muy pocas como para pretender volver a ese esquema de horas
desmedido de trabajo y por otro lado porque de que me sirve tomarme la
excedencia y que mantenga el puesto sin trabajar si lo que preciso es tener
ingresos para que a la vida o vidas que traje al mundo nada les falte
(Salud, alimento, atención, vestimenta, etc.-). Y entonces decido no tomar esa
excedencia y volver a mi puesto pero al llegar me dijeron “buenas noches” y ahí
nomás quedé “afuera de la red otra vez”.
Y resulta que
previo a ello, nos ocupamos de tener a nuestros hijos ubicados en establecimientos
educativos o guarderías maternales, lo cual debimos pagar matrícula y primeras
cuotas por las adaptaciones previas para después tener que sacarlos por no
poder pagar.
Tenemos leyes
de épocas antiguas donde el hombre salía a trabajar y la mujer criaba a sus
hijos entonces hoy siguen existiendo solo 3 días por nacimiento para el
progenitor. Una locura “3 días” con lo que implica la logística de crianza no
alcanzan para nada porque hay horarios desordenados de sueño, de controles médicos,
de alimentación y atención a esas bellezas que traemos al mundo, bebés
indefensos.
Todo lo que conté tiene que ver con lo vivido durante el tiempo en que perseguía la estabilidad laboral en un mercado competitivo, mientras estudiaba y luego formando familia, pero como he tenido la fortuna de asistir a la Universidad de Buenos Aires (Facultad de Derecho) para obtener un título profesional que me diera herramientas de trabajo en forma independiente, sumado a la experiencia profesional adquirida y que sigue creciendo, pude ubicarme en otra posición y dar asistencia profesional en el mundo de la legalidad con sus diversas aristas y enfrentando la cotidianeidad de la compleja vida en sociedad que lleva a cada uno de nosotros a atravesar situaciones que a veces son provocadas por el hombre y a veces simplemente suceden.
Hoy puedo desde mi espacio presentarme y decir: Hola, soy Griselda Scelato, Abogada, "tu puente hacia el derecho".